sábado, 25 de octubre de 2008

Como un cristal de Swarovski

Viernes noche, cansado de un largo viaje. Lloviendo mientras llega esa hora maldita en que los bares están a punto de cerrar. Hábitat idóneo para la reflexión, más si cabe cuando el tema ha estado presente en conversación precedente. Un escalofrío hace temblar mi cuerpo. La mesa se desmorona. Dos de sus patas fundamentales se han resquebrajado. Dos pilares importantes de mi vida se están perdiendo. Tal vez se perdieron hace mucho tiempo. Los dos ocupan un trocito en mi corazón que llevaré siempre conmigo. Pero ya no están y, aunque me cueste reconocerlo, son más pasado que presente. Lo sé desde hace mucho. Y me sigue costando hacerme a la idea y reconocerlo. Lo odio. Quizá tenía mucho miedo que pudiera suceder. Pero pasó. Y dos veces. Otro escalofrío más. Uno se escurrió como agua entre las manos, imposible de atrapar. Bello fauno o delfín y atleta era también. El otro era tan bello y delicado como un cristal de Swarovski. Me encantaba verlo y cuidarlo. Pero se rompió. Peter Pan no se acostumbra aún a ser adulto. No hay culpables. O sí. Uno llamado Alberto. Sé bien porqué lo digo.
Una especie extinguida

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Alberto, esta entrada es preciosa, pero también super triste, no??
Bueno, igual tengo yo el día un poco tonto...

Besín!

Marta

Alberto Bailador Montes dijo...

No, no es que tuvieras el día un poco tonto. Es que es muy triste. Es la manera que tuve de dejar reflejado (sin hacer mención explícita)que dos personas que fueron muy especiales en mi vida pues ya no están, o "casi" no están, porque aunque puede que estén pues ya nada es igual. Uno se escapó y el otro se rompió. Darse cuenta de esto y asumirlo no es fácil, por eso no me quiero acostumbrar a ser adulto, porque eso es "crecer" (al hilo de nuestra otra conversación).

Por cierto, nunca tuve una respuesta a esta entrada, tampoco la esperaba, aunque supongo que sí me hubiera gustado. Quien sabe, igual nunca la leyeron, o no se dieron por aludidos, o simplemente, ya ni merecía la pena responder.

Por fortuna, siempre llegan tiempos mejores...

¡Un besín y muchas gracias!

Anónimo dijo...

Seguro que sí merecía la pena responder...
Volví a leerla (por eso ví que habías respondido al comentario), y me dio más pena todavía!
Aunque no quieras, crecer es necesario, y aprender a ver el lado bueno de las cosas, forma parte de la madurez (y este es un consejo tuyo, así que aplícate el cuento... jejeje).

Te vuelvo a decir que la entrada me parece preciosa.

Un beso (de la que habla mucho)!!