Yo la sentaba en mi regazo,
enloquecía sólo a su contacto.
La he conservado en la memoria.
Tal como estaba.
Siempre a mi lado.
Nunca me juró su amor
lo creía eterno yo.
Y ella me sonreía y
miraba hacia el mar.
Me emborrachaba entre sus brazos
ella nunca bebía, ni la vi llorando,
yo hubiera muerto por su risa.
Hubiera sido su feliz esclavo.
Qué dolor sucio y traidor
me envenena el corazón.
Sé que ella nunca enloqueció.
Jamás perdió el control.
Quiero verla bailar entre los muertos,
la cintura morena que me volvió loco,
llevo un velo de sangre en la mirada,
y un deseo en el alma,
que jamás la encuentre.
Sólo quiero que una vez
algo la haga conmover.
Que no la encuentre jamás
o sé que la mataré.
Por favor sólo quiero matarla.
A punta de navaja
Besándola una vez más.
"La mataré" de Loquillo y los Trogloditas fue una de las canciones emblemáticas de los años 80. Creó escuela y ganó todos los premios de 1987 que podían concederse. A saber: críticos, revistas especializadas, emisoras de radio con pedigrí... Fue la causante de que la banda ascendiera al estrellato y de que toda España y parte de América Latina cantara aquello de "por favor, solo quiero matarla, a punta de navaja, besándola una vez más". La canción desapareció del repertorio de Loquillo y Trogloditas de un día para otro sin dar los protagonistas mayor explicación ante el asombro de sus fans. Las asociaciones feministas tacharon el tema de machista y de inducir a la violencia de género, y cargaron contra el autor de la letra y contra el grupo.
Conocido es que he apoyado siempre la causa contra la violencia de género. Entiendo, además, la razón ética por la que no debemos interpretarla, pero sí me pregunto a menudo si puedo apelar a la libertad de expresión para contar esta historia de un matador de mujeres. ¿Se ha dejado de interpretar Otelo, de Shakespeare? ¿Se han dejado de interpretar los tangos más arrabaleros y sangrientos? ¿Hemos dejado de ver películas de bellos psicópatas que matan a las mujeres? Hace unos días, la Asociación de Mujeres Progresistas galardonó a Pedro Almodóvar por su visión del mundo femenino. No puedo dejar de acordarme del filme Átame, en el que Antonio Banderas y Victoria Abril protagonizaban un secuestro, amor y desde luego violencia de género. O Hable con ella, donde Javier Cámara hacía el amor a una mujer en coma. No recuerdo si en su día se calificó de violencia de género cualquiera de estos dos ejemplos. Estoy perplejo y me hago muchas preguntas. Me pregunto si la autocensura es válida para unos y no lo es para otros. Me pregunto si seguirán acusándome de machista si canto la historia del asesino de una mujer.
Según Loquillo, ya no la tocan porque agrupaciones feministas, le pidieron por favor, dejar de hacerlo. No fue una censura o autocensura, fue una decisión responsable de la banda porque en esa canción, basada en un tango, estaba en juego lo que se llama la violencia de género.
Loquillo no veía un recorte a su libertad de expresión artística. Más bien comprendió que ese tema podía tener consecuencias a futuro. “Ante mi libertad de expresión, pongo por encima evitar la violencia de género”. Plausible actitud. En una sociedad (con tintes de suciedad) como la española en donde temas como la igualdad de género, tolerancia frente a las minorías, etc., son tomados con mucha responsabilidad, hasta por los músicos, queda como un ejemplo a imitar.
Recuerdo que hace algún tiempo, un amigo muy cercano me contó una historia que le había ocurrido. Después de años de no verse, una antigua amiga de barrio, de la cual andaba perdidamente enamorado, le declaró su amor, de la noche a la mañana. Fue justo cuando él ya la había olvidado y estaba a su vez enamorado de una chica con quien estaba haciendo planes a futuro. Pensó desde un principio que estaba loca, porque ella ya tenía una relación de muchos años con un hombre que la trataba bien y le había dado con creces la estabilidad económica que toda mujer, seamos sinceros, ve en un hombre a la hora de entablar una relación. Mi amigo, una persona humilde, sin suerte en muchos aspectos, no era un aprovechado y tenía mucha dignidad y orgullo. Por eso, cuando su amiga le dijo que estaba enamorada, él le advirtió que no podía darle ese ritmo de vida al cual estaba acostumbrada, pero si realmente entablaban una relación de pareja, solamente tenía su palabra y su promesa para salir adelante junto a ella. Hay que creerle, porque a pesar de estar con otra persona, se le vino todo ese amor que había sentido alguna vez por su antigua amiga de barrio. "Piénsalo bien", le dijo. Y ella le aseguró que no le estaba pidiendo nada, sólo estar junto a él, su amor de toda la vida.
Ayudado por las circunstancias, se fue enfriando la relación con su pareja, aunque nunca dejó de quererla de verdad. Además, por lo que contaba de su amiga de barrio, la sentía de verdad enamorada y dispuesta a todo por él. Le había prometido lo que siempre había deseado: Una familia por la cual luchar toda la vida. Incluso a ella, no le importó dejar al hombre que le había dado todo durante años, desde vestirla, mantenerla e incluso hacerla participe de sus negocios. Pero, cuando ya todo estaba listo, para que el amor deseado por ambos amigos se concrete, ella le da la espalda y se niega a culminar lo que le había estado ilusionando durante meses. El motivo de esa actitud inmadura, fueron unos miedos que, según ella, se impusieron al amor que decía sentir como nunca. ¿El resultado? Aquel hombre que fue su pareja, se dedicó al trago, al despilfarro y al puterío. Y la otra continuó como si no hubiera pasado nada, escapando a su responsabilidad, creyendo encontrar en el disfrute o en otras personas, las razones para justificarse, sin aceptar la culpa de haber jugado con la vida de dos hombres.
Mi amigo estuvo hundido durante mucho tiempo. Pero, poco a poco, fue superando la decepción. Había perdido a una y la otra lo dejó sin más explicación que un miedo infantil. Se sintió como una basura. Lo único que lo ayudó a superar todo fue la canción de Loquillo y Los Trogloditas que motivó este post. Abrigando una esperanza de vengarse, esperaba su oportunidad. Incluso, el hombre que había sido pareja de la amiga, contactó con él: "Esa mujer, primero me puteó a mi y ahora te puteó a ti, ¿por qué no la puteamos ahora a ella? Pero, después de mucho reflexionar, pensó en no amargarse más la vida. Antes que matarla a punta de navaja besándola una vez más, como dice la canción, optó por desaparecerla de su vida, como si nunca hubiera existido, como si nunca hubieran tenido nada, ni los buenos momentos. Porque sabía muy bien, como todo hombre que se precie de serlo, que un golpe o una agresión física a una mujer, no es de varones; además, que no duelen tanto como la indiferencia o el olvido.
Y yo, Alberto, al igual que el narrador de esta historia, también me hago una pregunta: ¿Es que no es eso también violencia de género?
Evidentemente para mí esta canción no es apología de la violencia, es una canción cantada con desgarro y sentimiento, es simplemente una obra de arte creada por un pedazo de artista.
2 comentarios:
Soy mujer, y la canción me encanta, forma parte de las grandes de la historia de la música de este país, es intensa y está cantada... bueno... pues como solo Loquillo sabe cantar y ese es el problema, está tan bien cantada, con tanto sentimiento que cuando escucho la letra, me pone los pelos de punta. Sólo imaginar que esa mujer pudiera ser yo me hace sentir pánico.
Es una lástima que se llegue a tener que silenciar esta canción que para muchos significa recuerdos, una época,....pero por desgracia no todo el mundo es capaz de sacar el mensaje acertado y es posible que todos esos hombres incapaces de sentir amor, capaces de pegar y de maltratar a una mujer solamente oigan la justificación de sus actos. No distinguen los límites e igual que no pueden ver Otello como una obra de Teatro, no pueden escuchar esta canción como lo que es, una canción.
Grande Loquillo.
Un abrazote Alberto.
aunque no escribo sigo casi semanalmente tu Blog
javi Alonso
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