viernes, 10 de abril de 2009

Arabia Saudí: la espeluznante historia

¡Intolerable!

Una mujer de 19 años es violada por siete individuos y un tribunal la condena a recibir doscientos latigazos y a pasar seis meses en la cárcel. Ocurre en Arabia Saudí, uno de los grandes aliados en el mundo árabe de EEUU, el "amigo" de Occidente y el principal exportador de petróleo del planeta.

La joven ha sido condenada porque se encontraba en el interior de un coche con un hombre que no era de su familia. Esto último es "haram", está prohibido según la fundamentalista interpretación wahabí de la ley islámica que rige en el país del rey Abdalá. Los violadores cumplen diversas penas de prisión, pero son tratados con más benignidad.

Degraciadamente no es un caso único. En todo Oriente Próximo, las leyes y las sociedades están impregnadas de una visión patriarcal del mundo que responsabiliza a las mujeres de los abusos de que son objeto, haciendo casi imposible que éstas los denuncien.
Javier Valenzuela

Me indigna, lleva años indignándome, la complacencia estadounidense –y en general, occidental- con Arabia Saudí. Como nos garantiza el suministro de petróleo y como su familia gobernante es pro-Washington y ultraconservadora, se le consiente todo. ¿Qué importa que, promocionado a golpes de petrodólares, su wahabismo haya contaminado de fundamentalismo por todo el Islam, desde Marruecos a Indonesia, pasando por Afganistán y Pakistán? ¿Qué más da que el terrorismo yihadista del, por cierto, saudí Bin Laden tenga allí una de sus grandes fuentes nutricias y que la práctica totalidad de los autores del 11-S hubieran nacido en el reino? ¿A quién preocupa que sea una de las más espantosas tiranías del planeta, que allí se practique el esclavismo con los trabajadores extranjeros y se considere a la mujer como algo apenas superior a una cabra?

No, el malo es Irán, aunque en ese país exista mucha más libertad de todo tipo que en Arabia Saudí, aunque en ese país las mujeres puedan trabajar en prácticamente todas las áreas, ocupar cargos políticos y, por supuesto, conducir automóviles. No voy a ser yo el que defienda al régimen iraní (caiga sobre él la furia del pueblo persa cuando los norteamericanos dejen de hacer el gilipollas en Oriente Medio y le permitan acabar por sí mismo con sus déspotas santurrones).

Pero traicionaría una experiencia de más de veinte años cubriendo periodísticamente el mundo árabe y musulmán si no dijera que lo de Arabia Saudí es peor, bastante peor, que lo de Irán.

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