- ¡Hola!
- ¡Hola Alberto!!
- Cuánto tiempo sin escribirme. ¿Cómo estás??
- Bien ¿y tú?
- Bien, esperando noticias tuyas…
- Lo siento, estas últimas semanas he estado muy ocupado…
- Bueno, dime que te ocurre.
- Me conoces bien, mejor que nadie, y necesitaba contarte esto:
… Esta noche no me siento bien. Un cúmulo de sensaciones confluyen en mí y me hacen estar reflexivo, pensativo, melancólico. Quizá sea una noticia esperada, intuída, lógica. Pero no por ello la hace menos desangelada y triste. De repente te das cuenta que la vida va y viene y, muchas veces es verdad que no se detiene. No se trata de amores o desamores, de vida o muerte, de todo o nada. Es menos importante.
Es simplemente reflexionar sobre la bondad de conocer a una persona a la que ayer no conocías de nada y a la que mañana ya la has perdido de vista. De cómo una persona puede llegar a compartir contigo algún momento importante, pero sabiendo que más temprano que tarde se irá. Porque implícitamente ese es el trato. Y luego, casi todo seguirá igual. Ese es el riesgo de no comprometerse a nadie ni con nadie. Es un juego donde las cartas están marcadas y no hay cartas ganadoras ni perdedoras. Se juega sobre seguro y como juego que es, se juega y se disfruta. Pero como casi todo, el juego tiene un fin, y una vez llegado el momento, hay que saberlo aceptar. No hay vencedores ni vencidos. Ni victoria que celebrar ni derrota que sufrir. Simplemente el juego se termina. Y esta noche ese bonito juego se ha terminado. Game Over.
- Sí amigo, lo que me escribes es una realidad. Significa vivir, sentir, madurar, sufrir, reír, soñar, dormir, despertar...
- Ya pero no es amor, y si no es amor, ¿por qué?
- Alberto, escucha atentamente estas palabras y duérmete pensando en ellas. Mañana me cuentas…
…El milagro de existir, el instinto de buscar, la fortuna de encontrar, el gusto de conocer, la ilusión de vislumbrar, el placer de coincidir, el temor a reincidir, el orgullo de gustar, la emoción de desnudar… y descubrir, despacio, el juego. El rito de acariciar prendiendo fuego. La delicia de encajar y abandonarse. El alivio de estallar y derramarse…
- Lo haré. Gracias por estar siempre ahí y seguir siendo mi Ángel de la Guarda.
sábado, 17 de noviembre de 2007
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