Hoy me he levantado con la amarga noticia del fallecimiento de Severiano Ballesteros. Leo en la prensa que era carismático, que tenía el atractivo de una estrella de cine, que era un genio con un orgullo inmenso, que era inspirador y espejo de otros golfistas, que no se arrugaba ante sus adversarios o que estimulaba a los jóvenes talentos. Y por supuesto que era un inmenso jugador de golf. Nunca he sido seguidor y aficionado al golf, no sé que ganó, mucho, pero tampoco me interesa saberlo. Sé que era un tío que me caía bien, humilde, sencillo, buena persona, como me gusta decir a mi, buena gente. Y sé que por eso se me ha escapado alguna lagrimilla pensando en un tío que con 54 años luchó todo lo que pudo porque tenía todavía mucho que vivir y disfrutar.
A mis dos abuelos que hace poco se fueron los recuerdo a menudo y así es como si nunca se hubieran ido. Para mucha gente Seve siempre estará en su recuerdo, y sólo por eso nunca se irá. Hasta siempre Seve.
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