Parece que en la esencia del ser humano esta la necesidad de progresar y mejorar las condiciones de vida. No obstante, tantos siglos de civilización no han servido para que el hombre aprenda a respetar la tierra y convivir con el resto de especies. La cultura imperante no mira al mundo con respeto e igualdad. En nuestra mirada sólo hay la interrogante del provecho que podemos obtener de nuestro entorno.
Nos movemos entre las graves carencias de alimentos, agua, recursos médicos, etc de unas partes del planeta y el exceso de posibilidades de otras. En medio de todo esto las especies animales y vegetales, casi cualquier otra especie que no sea la humana de hecho, está en peligro. Es un error que no sepamos convivir y cuidar que la cadena de la que somos un simple eslabón no se rompa. Sin ella el planeta no girará igual o dejará de girar. Esta demostrándose que una utilización correcta de los recursos podría abastecer y cubrir las necesidades de todos los seres humanos que habitamos este planeta. Lo contrario, que es lo que está ocurriendo, supone la aceleración geométrica de un proceso de degradación que puede tener consecuencias fatales como todos sabemos.
Es cierto que las antiguas tribus de las llanuras del centro de Norteamérica, por ejemplo, luchaban para mantener su hegemonía y su territorio. Es cierto que cualquier manada de animales salvajes tiene unos códigos de supervivencia, marca sus territorios y expulsa a elementos ajenos a su grupo pero siempre regidos por ideas esenciales de supervivencia que no son otras que las de la mencionada cadena de la vida; nunca hay destrucción gratuita.
Lejos de venerar la tierra como en otras culturas, la nuestra parece querer poner a prueba los últimos límites de equilibrio del planeta. Sería importantísimo que los países primer mundistas, que tienen en su mano la llave de todas estas cuestiones, las supiesen emplear con sabiduría. Y cuando digo los países quiero decir gobiernos. Ellos son los que ordenan los territorios y los que tienen la sagrada obligación de cuidar y preservar nuestro entorno. Y no solo porque de él se obtiene toda la riqueza sino porque el hombre, como poseedor y supuesto usuario de la razón, no debería, paradójicamente, tener el comportamiento más irracional de todos los seres vivos.
Pero a pesar de tener claro que el futuro no debe ni puede recaer sólo sobre ONG's, proyectos como éste que ahora nos presenta el CANS deberían contar con el apoyo de todos, porque sólo así conseguiremos la concienciación necesaria para que generaciones futuras puedan vivir en un planeta biológicamente rico.
**nota oficial que Manolo García redactó para el Club Amigos de la Naturaleza Scipionis-Cans**
Al fin se publica este cuarto disco en solitario de Manolo García. Tengo muchas ganas de escucharlo. No decepcionará, no acostumbra a ello. Y además nos trae el lema "Revolución Verde". Un artista con mayúsculas, de los pies a la cabeza. Pero sobre todo una gran persona.
Nos vemos donde siempre. ¡Hasta pronto Manuel!
3 comentarios:
"Verde que te quiero Verde". Bailador de los Montes, pues hemos ido destrozando las pautas esenciales de la evolución, ciertamente habrá revolución. Y ha de ser verde, en sus dos extensiones: la natural y la sexual. Musicalmente, te corrijo: es el cuarto disco en solitario. Originariamente se iba a titular "Y si llueve saldremos a la lluvia", que personalmente me gustaba más, por ser un endecasílabo y por la aliteración de eles (6 en total), finas y húmedas como lluvia que cae. Escucharemos con atención y con corazón. Un abrazo.
El ordenador hoy no me permite acceder a mi blog. Se me olvidó firmar: Óscar Borona.
Tienes razón amigo, ahora mismo corrijo semejante error. Y esperemos que haya revolución natural rápiddamente por el bien de todos, los no humanos y los inhumanos. La revolución sexual ya se está llevando a cabo...
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