"¿Y a todos los españoles os gustan estas movidas?" me pregunta Richard, mientras señala con un rictus entre la sorpresa y el asco una noticia que habla del 'calvario taurino de las fiestas de pueblo españolas'.
Tomaba el otro día un café en los parisinos Campos Elíseos, cuando salió a colación la noticia recogida en `Liberation´ (martes 16 septiembre, 2008, pp. 13), donde se narra el bárbaro espectáculo del Toro de la Vega de Tordesillas.
Explicar a un europeo que matamos animales a lanzazos, con fuego y soga, a espada o a tiros, si así se tercia, y sin más motivo que divertirse y dar rienda suelta a la crueldad contenida, es tan difícil como penoso.
Señalé a este buen amigo fotógrafo que más de la mitad de nosotros, los españoles, denunciamos esta muestra de repudiable catarsis colectiva, pero que por desgracia, la ignorancia y crueldad de muchos, les hace estar orgullosos de ella.
También le conté la falta de coraje de nuestros gobernantes, cobardes, para meterle mano al asunto durante toda la democracia, prohibiendo la cruel masacre por temor a perder el favor de los ciudadanos.
Cuando te leen historias como la que contaba el otro día la magnífica cabecera que el grupo de El Mundo mantiene en Francia, se te cae la cara de vergüenza. Saber que 60.000 toros son vil y sádicamente asesinados en 600 fiestas, que en la mayor parte de las ocasiones, por no decir todas, son subvencionadas por los ayuntamientos, es dramático.
Un cálculo a vuelapluma eleva a más de 5 millones de euros los que se gastan las corporaciones en estos festejos, más bien habría que decir ajusticiamientos, taurinos. Dinero que, dicho sea de paso, sale de los bolsillos de quienes se oponen a estas salvajadas. (¿Para cuándo la insumisión para con estos impuestos?)
Cuando ves el patibulario valor mostrado hace unos días con el pobre 'Valentón', el toro asesinado por "la tradición más vil y bárbara de todo el país" ('sic'), se te revuelven las tripas.
Dicen que el vecino que lo mató está muy orgulloso y que en Tordesillas será para siempre un héroe. Me reservo mi opinión sobre tipos así de machos, sobre culturas tan bárbaras.
Protegidos por una tradición mal entendida, se permiten estos sádicos y cobardes espectáculos que nos llevan al tiempo de los cromañones. Y sentir que cuando estás lejos de tu casa te miran como si fueras un cromañón, te resulta casi tan desagradable como cuando piensas en esa inagotable carnicería que todos los veranos tiñe de púrpura las plazas de España.
Alfredo Merino
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Hoy, día 16 de septiembre de 2008, en la localidad de Tordesillas, Valladolid, una manada de hombres, mujeres y niños, de gran valor, se han dedicado a perseguir, acorralar, alancear, humillar y ASESINAR a un animal que no había elegido nacer toro, que no había elegido vivir en una dehesa "a cuerpo de rey", que no había elegido participar en una "fiesta de tradición innegable" en este país que hoy mira con vergüenza hacia su propio ombligo, donde esta localidad histórica se halla situada.
Hoy, multitud de bárbaros, analfabetos, bestias, criminales, han pasado su mañana de martes dedicada a matar a un animal con el único fin de divertirse los once minutos que ha sobrevivido el toro. ¿Qué crimen había cometido Valentón?, ¿con quién se había metido Valentón?, ¿dónde está la nobleza?, ¿la tradición?, ¿el valor y la hombría?.
Hoy es un día triste, porque en el Siglo XXI en el que vivimos, aún nos divertimos maltratando seres que en ningún momento se habían apuntado a ninguna lista, que no pudieron elegir su destino, que no pudieron elegir su final. Me avergüenzo de mi país, me avergüenzo del ser humano que goza con la sangre y el sufrimiento. Malditos seáis todos aquellos que siquiera habéis sonreído al ver caer un animal muerto. Que la muerte de Valentón sea la última muerte de un animal en aras de la diversión y el salvajismo y la hombría.
Hoy va por ti, Valentón.
No lo he escrito yo, pero lo suscribo.