sábado, 25 de octubre de 2008

Como un cristal de Swarovski

Viernes noche, cansado de un largo viaje. Lloviendo mientras llega esa hora maldita en que los bares están a punto de cerrar. Hábitat idóneo para la reflexión, más si cabe cuando el tema ha estado presente en conversación precedente. Un escalofrío hace temblar mi cuerpo. La mesa se desmorona. Dos de sus patas fundamentales se han resquebrajado. Dos pilares importantes de mi vida se están perdiendo. Tal vez se perdieron hace mucho tiempo. Los dos ocupan un trocito en mi corazón que llevaré siempre conmigo. Pero ya no están y, aunque me cueste reconocerlo, son más pasado que presente. Lo sé desde hace mucho. Y me sigue costando hacerme a la idea y reconocerlo. Lo odio. Quizá tenía mucho miedo que pudiera suceder. Pero pasó. Y dos veces. Otro escalofrío más. Uno se escurrió como agua entre las manos, imposible de atrapar. Bello fauno o delfín y atleta era también. El otro era tan bello y delicado como un cristal de Swarovski. Me encantaba verlo y cuidarlo. Pero se rompió. Peter Pan no se acostumbra aún a ser adulto. No hay culpables. O sí. Uno llamado Alberto. Sé bien porqué lo digo.
Una especie extinguida

sábado, 18 de octubre de 2008

Va por tí, Valentón

El calvario de 60.000 toros.
"¿Y a todos los españoles os gustan estas movidas?" me pregunta Richard, mientras señala con un rictus entre la sorpresa y el asco una noticia que habla del 'calvario taurino de las fiestas de pueblo españolas'.
Tomaba el otro día un café en los parisinos Campos Elíseos, cuando salió a colación la noticia recogida en `Liberation´ (martes 16 septiembre, 2008, pp. 13), donde se narra el bárbaro espectáculo del Toro de la Vega de Tordesillas.
Explicar a un europeo que matamos animales a lanzazos, con fuego y soga, a espada o a tiros, si así se tercia, y sin más motivo que divertirse y dar rienda suelta a la crueldad contenida, es tan difícil como penoso.
Señalé a este buen amigo fotógrafo que más de la mitad de nosotros, los españoles, denunciamos esta muestra de repudiable catarsis colectiva, pero que por desgracia, la ignorancia y crueldad de muchos, les hace estar orgullosos de ella.
También le conté la falta de coraje de nuestros gobernantes, cobardes, para meterle mano al asunto durante toda la democracia, prohibiendo la cruel masacre por temor a perder el favor de los ciudadanos.
Cuando te leen historias como la que contaba el otro día la magnífica cabecera que el grupo de El Mundo mantiene en Francia, se te cae la cara de vergüenza. Saber que 60.000 toros son vil y sádicamente asesinados en 600 fiestas, que en la mayor parte de las ocasiones, por no decir todas, son subvencionadas por los ayuntamientos, es dramático.
Un cálculo a vuelapluma eleva a más de 5 millones de euros los que se gastan las corporaciones en estos festejos, más bien habría que decir ajusticiamientos, taurinos. Dinero que, dicho sea de paso, sale de los bolsillos de quienes se oponen a estas salvajadas. (¿Para cuándo la insumisión para con estos impuestos?)
Cuando ves el patibulario valor mostrado hace unos días con el pobre 'Valentón', el toro asesinado por "la tradición más vil y bárbara de todo el país" ('sic'), se te revuelven las tripas.
Dicen que el vecino que lo mató está muy orgulloso y que en Tordesillas será para siempre un héroe. Me reservo mi opinión sobre tipos así de machos, sobre culturas tan bárbaras.
Protegidos por una tradición mal entendida, se permiten estos sádicos y cobardes espectáculos que nos llevan al tiempo de los cromañones. Y sentir que cuando estás lejos de tu casa te miran como si fueras un cromañón, te resulta casi tan desagradable como cuando piensas en esa inagotable carnicería que todos los veranos tiñe de púrpura las plazas de España.
Alfredo Merino ************************************************************************************
Hoy, día 16 de septiembre de 2008, en la localidad de Tordesillas, Valladolid, una manada de hombres, mujeres y niños, de gran valor, se han dedicado a perseguir, acorralar, alancear, humillar y ASESINAR a un animal que no había elegido nacer toro, que no había elegido vivir en una dehesa "a cuerpo de rey", que no había elegido participar en una "fiesta de tradición innegable" en este país que hoy mira con vergüenza hacia su propio ombligo, donde esta localidad histórica se halla situada.
Hoy, multitud de bárbaros, analfabetos, bestias, criminales, han pasado su mañana de martes dedicada a matar a un animal con el único fin de divertirse los once minutos que ha sobrevivido el toro. ¿Qué crimen había cometido Valentón?, ¿con quién se había metido Valentón?, ¿dónde está la nobleza?, ¿la tradición?, ¿el valor y la hombría?.
Hoy es un día triste, porque en el Siglo XXI en el que vivimos, aún nos divertimos maltratando seres que en ningún momento se habían apuntado a ninguna lista, que no pudieron elegir su destino, que no pudieron elegir su final. Me avergüenzo de mi país, me avergüenzo del ser humano que goza con la sangre y el sufrimiento. Malditos seáis todos aquellos que siquiera habéis sonreído al ver caer un animal muerto. Que la muerte de Valentón sea la última muerte de un animal en aras de la diversión y el salvajismo y la hombría.
Hoy va por ti, Valentón.
No lo he escrito yo, pero lo suscribo.

miércoles, 8 de octubre de 2008

El arte de fingir un orgasmo

Vale, muy feo. Fingir un orgasmo es lo peor. Todos los manuales de urbanidad sexual coinciden. No hay que dejar de lado los aspectos comunicativos de la sexualidad, hay que aprender a decir las cosas, con mentiras no se va a ningún lado y bla, bla, bla. Sin embargo, a veces no te queda otra.
En alguna ocasión, muchos (al menos a mí no me duelen prendas en reconocerlo) nos hemos visto en la obligación de fingir y terminar de una vez con el tema. Porque sí, los chicos también fingimos. El imaginario colectivo y los chistes de Arévalo suelen pensar en el orgasmo fingido como una práctica exclusivamente femenina, cuando en realidad el preservativo permite más de una maniobra de distracción y engaño. Tres empujones más fuertes de lo normal, un par de gemidos y asunto concluido. Si además, por regla general, eres hombre parco en palabras y efusiones en momentos de éxtasis, rollo maniquí del Bershka, la cosa es aún más fácil. Con los movimientos pélvicos ya descritos, te basta y te sobra.
Aunque hay personas que se pasan toda la vida engañando a sus parejas, lo del orgasmo fingido suele darse, fundamentalmente, en los llamados rollos de una noche. O sea, el colofón digno a una noche de pasión y lujuria. De mierda. Con perdón. La película de los hechos suele seguir siempre el mismo guión.
Resumiendo mucho y saltándome los prolegómenos e interludios habituales en este tipo de circunstancias: A y B se conocen en un bar, discoteca o antro. A y B empiezan a hablar y descubren encantados que ambos coinciden que 'Tesis' era un rollo y que Blas y las Astrales son fenomenales. A quiere tirarse a B pero tiene miedo de ir muy a saco. B quiere tirarse a A pero teme que si se lo dice la tome por lo que no es. Si en todo el proceso interviene la ingesta de drogas y euforizantes de cualquier categoría (blandas, legales, de importación, da lo mismo), es posible que A y B se atrevan a dar el paso y por fin opten por dar rienda suelta a sus instintos primarios ya sea en casa de A o B (me encanta el optimismo inmobiliario). El momento más esperado de la noche llega, por fin. Sin embargo... algo empieza a no funcionar. Es cuando una especie de clic cósmico suena en las cabezas de A o B (a veces al unísono) y sin llegar a los extremos de catástrofe bíblica de 'Se nos rompió el amor' de Rocío Jurado, A o B se preguntan: "¿Qué hace semejante ser en mi cama?". Si la vida fuera una película francesa los protagonistas de la historia dejarían de lado toda actividad sexual y hablarían del asunto con naturalidad y calma. Sin embargo, en la vida real lo más normal es que A no se entere de nada y B se encomiende a su divinidad favorita para que el tiparraco acabe cuanto antes. ¿Manera de conseguirlo? Deshacerse en ays y uys, combinados con alguna expresión propia del lenguaje cuartelero, para precipitar el orgasmo de su contrincante. También puede ocurrir que A sufra un agobio de tres pares de narices y opte por la solución apuntada en el primer párrafo del post o se deshaga en excusas del tipo "es la primera vez que me pasa". De todas maneras, ese es otro tema...
La cuestión de fondo del orgasmo fingido es la excesiva importancia que le damos al sexo y las grandes expectativas que solemos depositar en él. Ya, tiene bemoles que lo diga alguien como yo, pero es así. En muchas ocasiones pensamos en el sexo como un examen o una demostración de nuestras virtudes y habilidades y en tales circunstancias no es de extrañar que suframos bloqueos e inseguridades que arruinen la fiesta. Además, también hay que tener en cuenta que la precipitación y el dejarse llevar por un calentón posee un componente de riesgo muy elevado y es natural que a veces nos salga el tiro por la culata. Aunque, bueno, luego te ríes un rato cuando se lo cuentas a algún amigo...
24 de septiembre de 2008, Josep Tomás.

jueves, 2 de octubre de 2008

Una obra de arte ¿políticamente incorrecta?

Yo la sentaba en mi regazo, enloquecía sólo a su contacto. La he conservado en la memoria. Tal como estaba. Siempre a mi lado. Nunca me juró su amor lo creía eterno yo. Y ella me sonreía y miraba hacia el mar. Me emborrachaba entre sus brazos ella nunca bebía, ni la vi llorando, yo hubiera muerto por su risa. Hubiera sido su feliz esclavo. Qué dolor sucio y traidor me envenena el corazón. Sé que ella nunca enloqueció. Jamás perdió el control. Quiero verla bailar entre los muertos, la cintura morena que me volvió loco, llevo un velo de sangre en la mirada, y un deseo en el alma, que jamás la encuentre. Sólo quiero que una vez algo la haga conmover. Que no la encuentre jamás o sé que la mataré. Por favor sólo quiero matarla. A punta de navaja Besándola una vez más.
"La mataré" de Loquillo y los Trogloditas fue una de las canciones emblemáticas de los años 80. Creó escuela y ganó todos los premios de 1987 que podían concederse. A saber: críticos, revistas especializadas, emisoras de radio con pedigrí... Fue la causante de que la banda ascendiera al estrellato y de que toda España y parte de América Latina cantara aquello de "por favor, solo quiero matarla, a punta de navaja, besándola una vez más". La canción desapareció del repertorio de Loquillo y Trogloditas de un día para otro sin dar los protagonistas mayor explicación ante el asombro de sus fans. Las asociaciones feministas tacharon el tema de machista y de inducir a la violencia de género, y cargaron contra el autor de la letra y contra el grupo.
Conocido es que he apoyado siempre la causa contra la violencia de género. Entiendo, además, la razón ética por la que no debemos interpretarla, pero sí me pregunto a menudo si puedo apelar a la libertad de expresión para contar esta historia de un matador de mujeres. ¿Se ha dejado de interpretar Otelo, de Shakespeare? ¿Se han dejado de interpretar los tangos más arrabaleros y sangrientos? ¿Hemos dejado de ver películas de bellos psicópatas que matan a las mujeres? Hace unos días, la Asociación de Mujeres Progresistas galardonó a Pedro Almodóvar por su visión del mundo femenino. No puedo dejar de acordarme del filme Átame, en el que Antonio Banderas y Victoria Abril protagonizaban un secuestro, amor y desde luego violencia de género. O Hable con ella, donde Javier Cámara hacía el amor a una mujer en coma. No recuerdo si en su día se calificó de violencia de género cualquiera de estos dos ejemplos. Estoy perplejo y me hago muchas preguntas. Me pregunto si la autocensura es válida para unos y no lo es para otros. Me pregunto si seguirán acusándome de machista si canto la historia del asesino de una mujer.
Según Loquillo, ya no la tocan porque agrupaciones feministas, le pidieron por favor, dejar de hacerlo. No fue una censura o autocensura, fue una decisión responsable de la banda porque en esa canción, basada en un tango, estaba en juego lo que se llama la violencia de género.
Loquillo no veía un recorte a su libertad de expresión artística. Más bien comprendió que ese tema podía tener consecuencias a futuro. “Ante mi libertad de expresión, pongo por encima evitar la violencia de género”. Plausible actitud. En una sociedad (con tintes de suciedad) como la española en donde temas como la igualdad de género, tolerancia frente a las minorías, etc., son tomados con mucha responsabilidad, hasta por los músicos, queda como un ejemplo a imitar.
Recuerdo que hace algún tiempo, un amigo muy cercano me contó una historia que le había ocurrido. Después de años de no verse, una antigua amiga de barrio, de la cual andaba perdidamente enamorado, le declaró su amor, de la noche a la mañana. Fue justo cuando él ya la había olvidado y estaba a su vez enamorado de una chica con quien estaba haciendo planes a futuro. Pensó desde un principio que estaba loca, porque ella ya tenía una relación de muchos años con un hombre que la trataba bien y le había dado con creces la estabilidad económica que toda mujer, seamos sinceros, ve en un hombre a la hora de entablar una relación. Mi amigo, una persona humilde, sin suerte en muchos aspectos, no era un aprovechado y tenía mucha dignidad y orgullo. Por eso, cuando su amiga le dijo que estaba enamorada, él le advirtió que no podía darle ese ritmo de vida al cual estaba acostumbrada, pero si realmente entablaban una relación de pareja, solamente tenía su palabra y su promesa para salir adelante junto a ella. Hay que creerle, porque a pesar de estar con otra persona, se le vino todo ese amor que había sentido alguna vez por su antigua amiga de barrio. "Piénsalo bien", le dijo. Y ella le aseguró que no le estaba pidiendo nada, sólo estar junto a él, su amor de toda la vida.
Ayudado por las circunstancias, se fue enfriando la relación con su pareja, aunque nunca dejó de quererla de verdad. Además, por lo que contaba de su amiga de barrio, la sentía de verdad enamorada y dispuesta a todo por él. Le había prometido lo que siempre había deseado: Una familia por la cual luchar toda la vida. Incluso a ella, no le importó dejar al hombre que le había dado todo durante años, desde vestirla, mantenerla e incluso hacerla participe de sus negocios. Pero, cuando ya todo estaba listo, para que el amor deseado por ambos amigos se concrete, ella le da la espalda y se niega a culminar lo que le había estado ilusionando durante meses. El motivo de esa actitud inmadura, fueron unos miedos que, según ella, se impusieron al amor que decía sentir como nunca. ¿El resultado? Aquel hombre que fue su pareja, se dedicó al trago, al despilfarro y al puterío. Y la otra continuó como si no hubiera pasado nada, escapando a su responsabilidad, creyendo encontrar en el disfrute o en otras personas, las razones para justificarse, sin aceptar la culpa de haber jugado con la vida de dos hombres.
Mi amigo estuvo hundido durante mucho tiempo. Pero, poco a poco, fue superando la decepción. Había perdido a una y la otra lo dejó sin más explicación que un miedo infantil. Se sintió como una basura. Lo único que lo ayudó a superar todo fue la canción de Loquillo y Los Trogloditas que motivó este post. Abrigando una esperanza de vengarse, esperaba su oportunidad. Incluso, el hombre que había sido pareja de la amiga, contactó con él: "Esa mujer, primero me puteó a mi y ahora te puteó a ti, ¿por qué no la puteamos ahora a ella? Pero, después de mucho reflexionar, pensó en no amargarse más la vida. Antes que matarla a punta de navaja besándola una vez más, como dice la canción, optó por desaparecerla de su vida, como si nunca hubiera existido, como si nunca hubieran tenido nada, ni los buenos momentos. Porque sabía muy bien, como todo hombre que se precie de serlo, que un golpe o una agresión física a una mujer, no es de varones; además, que no duelen tanto como la indiferencia o el olvido.
Y yo, Alberto, al igual que el narrador de esta historia, también me hago una pregunta: ¿Es que no es eso también violencia de género?
Evidentemente para mí esta canción no es apología de la violencia, es una canción cantada con desgarro y sentimiento, es simplemente una obra de arte creada por un pedazo de artista.