domingo, 26 de abril de 2009

El diario de Noa

Una historia de amor y recuerdos. Un drama romántico sencillo y bien contado. Últimamente veo cine, me estoy aficionando a ello. Puede ser algo fascinante. Hasta ahora escuchaba bastante música, pero llevo unas semanas aficionándome al cine. Creo que se avecina una época de cambios en mi vida. Y el cine es sólo uno de ellos.
¡¡Os la recomiendo!! - "Puedo ser divertido si quieres, o pensativo, listo o supersticioso, valiente, incluso bailarín. Seré lo que quieras. Dime lo que quieres y lo seré por ti." - "Eres tonto". - "Lo podría ser"...
- "No soy nadie especial. Solo soy un hombre corriente con pensamientos corrientes. He llevado una vida corriente. No me han hecho ningún monumento y mi nombre pronto quedará en el olvido. Pero según como se mire he tenido mucho éxito, como muchas otras personas en la vida. He amado a otra persona con todo mi corazon y eso para mi siempre ha sido suficiente."

viernes, 10 de abril de 2009

Arabia Saudí: la espeluznante historia

¡Intolerable!

Una mujer de 19 años es violada por siete individuos y un tribunal la condena a recibir doscientos latigazos y a pasar seis meses en la cárcel. Ocurre en Arabia Saudí, uno de los grandes aliados en el mundo árabe de EEUU, el "amigo" de Occidente y el principal exportador de petróleo del planeta.

La joven ha sido condenada porque se encontraba en el interior de un coche con un hombre que no era de su familia. Esto último es "haram", está prohibido según la fundamentalista interpretación wahabí de la ley islámica que rige en el país del rey Abdalá. Los violadores cumplen diversas penas de prisión, pero son tratados con más benignidad.

Degraciadamente no es un caso único. En todo Oriente Próximo, las leyes y las sociedades están impregnadas de una visión patriarcal del mundo que responsabiliza a las mujeres de los abusos de que son objeto, haciendo casi imposible que éstas los denuncien.
Javier Valenzuela

Me indigna, lleva años indignándome, la complacencia estadounidense –y en general, occidental- con Arabia Saudí. Como nos garantiza el suministro de petróleo y como su familia gobernante es pro-Washington y ultraconservadora, se le consiente todo. ¿Qué importa que, promocionado a golpes de petrodólares, su wahabismo haya contaminado de fundamentalismo por todo el Islam, desde Marruecos a Indonesia, pasando por Afganistán y Pakistán? ¿Qué más da que el terrorismo yihadista del, por cierto, saudí Bin Laden tenga allí una de sus grandes fuentes nutricias y que la práctica totalidad de los autores del 11-S hubieran nacido en el reino? ¿A quién preocupa que sea una de las más espantosas tiranías del planeta, que allí se practique el esclavismo con los trabajadores extranjeros y se considere a la mujer como algo apenas superior a una cabra?

No, el malo es Irán, aunque en ese país exista mucha más libertad de todo tipo que en Arabia Saudí, aunque en ese país las mujeres puedan trabajar en prácticamente todas las áreas, ocupar cargos políticos y, por supuesto, conducir automóviles. No voy a ser yo el que defienda al régimen iraní (caiga sobre él la furia del pueblo persa cuando los norteamericanos dejen de hacer el gilipollas en Oriente Medio y le permitan acabar por sí mismo con sus déspotas santurrones).

Pero traicionaría una experiencia de más de veinte años cubriendo periodísticamente el mundo árabe y musulmán si no dijera que lo de Arabia Saudí es peor, bastante peor, que lo de Irán.

sábado, 4 de abril de 2009

La revolución de la "Inteligencia Verde"

No basta con reciclar. Ni con comprar alimentos biológicos. Ni con cambiar las bombillas o desconectar los enchufes... «Esos pasos son necesarios pero insuficientes, porque lo que hay que cambiar realmente es nuestro modo de pensar. Todos nuestros actos tienen un impacto en el medio ambiente: negarlo es de ignorantes».
Estamos al habla con Daniel Goleman, el autor de Inteligencia emocional, que acaba de darle una nueva vuelta de tuerca al concepto con Inteligencia ecológica (Kairós), que llega el próximo lunes a las librerías españolas. A más de uno le sonará a «oportunismo verde», pero lo que propone Goleman es un concepto tan revolucionario como el que le hizo célebre en los años 90.
La revista Time acaba de destacar su nuevo libro entre las «10 ideas que están cambiando el mundo». La idea no es nueva. Hace cuatro años, el psiquiatra Ian McCallum publicó una obra del mismo título que fue un bestseller. «Nos cuesta admitir que somos parte de la gran diversidad de la naturaleza», advierte McCallum. «Nos hemos colocado ignorante y arrogantemente en el vértice de la creación, y va siendo hora de bajarnos de ese precario pedestal».
Daniel Goleman recoge ahora el testigo y entra a trapo en la cuestión de nuestra «ignorancia ecológica». «El problema tiene su raíz en la desconexión profunda entre el hombre y la naturaleza que se produce con la revolución industrial», declara el autor desde su retiro bucólico en Massachusetts.
«Mientras la gente vivía en las granjas y en contacto con la tierra, existía una memoria ecológica que pasaba de generación en generación», agrega Goleman. «Con la inmigración masiva a las ciudades ese conocimiento se perdió, y también el contacto directo con los ciclos de la naturaleza. Hemos levantado una barrera que nos aísla del mundo natural y nos impide ver las consecuencias de nuestros actos».
Goleman se ha propuesto combatir esa «ignorancia» con la herramienta más básica: información. «Cuando la gente conozca el coste real de todo lo que consumimos, cambiará radicalmente de comportamiento», asegura. «Estamos a las puertas de una revolución ecológica que va a consistir ni más ni menos que en la divulgación de ese conocimiento que hasta ahora ha sido ocultado a la opinión pública».
Tarde o temprano, vaticina, «los productos tendrán un precio ecológico y las empresas rivalizarán por reducirlo para atraer al consumidor compasivo, aquel que ha decidido alinear sus valores con sus dólares». Le preguntamos si no existe el riesgo de caer en un nuevo «elitismo ecológico», con una minoría que tendrá acceso a esa información privilegiada a tavés de su iPhone y una mayoría que seguirá adquiriendo productos más dañinos para la salud y el medio ambiente porque son más baratos y no tienen otra opción.
«Yo creo que la revolución ecológica va a llegar a todos», dice Goleman. «Y me llena de esperanza ver en la Administración Obama a asesores como Cass Sunstein, que sostiene que no basta con que el Gobierno regule sino que en cuestiones como la salud y el medio ambiente hacen falta empujones para que la gente pueda elegir mejor».
En opinión de Goleman, la «inteligencia ecológica» puede ser también el «pegamento necesario» entre dos mundos que hasta ahora se daban la espalda: «Los ecologistas han de admitir su parte de culpa por no haber sido efectivos a la hora de embarcar a la empresas en la tarea común de un planeta mejor».
La otra gran asignatura pendiente es la educación, y Goleman prevé una revolución verde en las escuelas para cambiar radicalmente el modo en que los niños se aproximan a la ciencia: «Los chavales aprenderán a calibrar el impacto real de todas y cada una de sus elecciones personales. En eso consiste la inteligencia ecológica».